SAPRISSA: ANTES Y DESPUÉS
Año 2003. El Deportivo Saprissa pasa por la peor crisis económica de su historia. Las deudas sobrepasaban por muchos millones de colones. No existía otra salida, se tenía que vender el club.
El comprador, un magnate mexicano con aires de grandeza, dueña de una compañía millonaria, con miles de redes al rededor del mundo. El costo, cuatro millones de dólares. El primer movimiento, contratar a Hernan Medford, gerente deportivo en ese momento del club como técnico del primer equipo, puesto que tenía el uruguayo Manuel Keosseian.
Saprissa llevaba años sin obtener un título, tan siquiera ser protagonista en el torneo local, menos internacional. Era un equipo sin juego, sin alma, sin identidad.
En la temporada siguiente, el equipo morado logró alzarse con el campeonato, derrotando a Heredia y perdiendo la final del torneo de campeones de la Concacaf contra su enemigo más fuerte, Liga Deportiva Alajuelense. Un año más tarde, viajó a Japón.
El enamoramiento entre la afición, el equipo y Vergara comenzó. Tan fuerte como una relación recién iniciada entre novios, que con detalles se fue fortaleciendo, al punto que Saprissa fue primera plana en la mayoría de los medios y en las mesas de conversación, de forma positiva.
No hubo memes, no hubo princesos, no hubo burlas. Solo agradecimientos, positivismo y mucho, pero mucho amor por el club. Renació la identidad la institución.
Pasaron los años y Saprissa se hizo de renombre internacional, con un president mexicano que, aunque no le dió el cariño que merecía, logró que en el mundo, cada vez que se hablara del fútbol tico, su referente era el monstruo morado.
"Ese equipo no es tico", "Es de mexicanos", "Vendidos", son algunas frases que se escuchaban por algunos que no soportaron el éxito que Vergara le regalo al club, por cuatro millones de dólares.
Hoy, Saprissa es manejado por costarricenses, un grupo de empresarios que vieron con buenos ojos el negocio que Vergara les armo y un éxito que los mantendría dentro del mercado, pero al parecer no es como esperaban.
El cambio generacional era eminente. Jugadores jóvenes que venían con la obligación de mantener en alto el nombre del club. Ese nombre que los últimos ídolos del equipo, dejaron en diferentes partes del mundo, incluido un tercer lugar en Japón.
Hoy, el equipo pasa por una crisis deportiva muy grande, no puedo hablar de una económica, a pesar de los alegatos de los dueños, que expresan que Jorge Vergara les dejó cuando compraron el club un testamento lleno de deudas.
Un mundo de princesos, donde la palabra éxito o identidad aun no tienen cabida. Donde las malas decisiones gerenciales abren paso a un largo camino sin triunfos. Un gerente que no tiene la culpa de llegar a un equipo que solo cubrirá si billetera, pero no cubrirá su corazón.
El comprador, un magnate mexicano con aires de grandeza, dueña de una compañía millonaria, con miles de redes al rededor del mundo. El costo, cuatro millones de dólares. El primer movimiento, contratar a Hernan Medford, gerente deportivo en ese momento del club como técnico del primer equipo, puesto que tenía el uruguayo Manuel Keosseian.
Saprissa llevaba años sin obtener un título, tan siquiera ser protagonista en el torneo local, menos internacional. Era un equipo sin juego, sin alma, sin identidad.
En la temporada siguiente, el equipo morado logró alzarse con el campeonato, derrotando a Heredia y perdiendo la final del torneo de campeones de la Concacaf contra su enemigo más fuerte, Liga Deportiva Alajuelense. Un año más tarde, viajó a Japón.
El enamoramiento entre la afición, el equipo y Vergara comenzó. Tan fuerte como una relación recién iniciada entre novios, que con detalles se fue fortaleciendo, al punto que Saprissa fue primera plana en la mayoría de los medios y en las mesas de conversación, de forma positiva.
No hubo memes, no hubo princesos, no hubo burlas. Solo agradecimientos, positivismo y mucho, pero mucho amor por el club. Renació la identidad la institución.
Pasaron los años y Saprissa se hizo de renombre internacional, con un president mexicano que, aunque no le dió el cariño que merecía, logró que en el mundo, cada vez que se hablara del fútbol tico, su referente era el monstruo morado.
"Ese equipo no es tico", "Es de mexicanos", "Vendidos", son algunas frases que se escuchaban por algunos que no soportaron el éxito que Vergara le regalo al club, por cuatro millones de dólares.
Hoy, Saprissa es manejado por costarricenses, un grupo de empresarios que vieron con buenos ojos el negocio que Vergara les armo y un éxito que los mantendría dentro del mercado, pero al parecer no es como esperaban.
El cambio generacional era eminente. Jugadores jóvenes que venían con la obligación de mantener en alto el nombre del club. Ese nombre que los últimos ídolos del equipo, dejaron en diferentes partes del mundo, incluido un tercer lugar en Japón.
Hoy, el equipo pasa por una crisis deportiva muy grande, no puedo hablar de una económica, a pesar de los alegatos de los dueños, que expresan que Jorge Vergara les dejó cuando compraron el club un testamento lleno de deudas.
Un mundo de princesos, donde la palabra éxito o identidad aun no tienen cabida. Donde las malas decisiones gerenciales abren paso a un largo camino sin triunfos. Un gerente que no tiene la culpa de llegar a un equipo que solo cubrirá si billetera, pero no cubrirá su corazón.
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